28 abril, 2005

La gente que piensa con "lógica" cree que la "lógica" que ellos manejan no es procesable. Los que piensan con "alógica" piensan que es difícil implementar la "alógica" quizá ni se maniefiestan en ello, pero saben que es bastante sencillo procesar la "lógica"

Laszlo Keuschnig

04 abril, 2005

Un escritor que quiera ser preciso en su lenguaje deberá usar estructuras lo más sencillas posibles y palabras con el menor número posible de significados y que se adapten con la mayor precisión posible a la idea que quiera transmitir. Si el mensaje es complejo, las expresiones serán complejas, pero no tiene sentido complicar las frases para "embellecer" el relato. La belleza de una frase no está en su forma sino en lo que evoca y cuanto más sencillo sea llegar a lo evocado, mejor será la comunicación. Por tanto una frase compleja será bella si consigue transmitir una idea bella. Un buen escritor descubre nuevas formas de emplear el lenguaje para transmitir cosas que antes no era posible transmitir. Quizá esa sea la verdadera misión de los escritores, ampliar el número de estructuras que maneje el lenguaje y que nos permitan expresar ideas y sentimientos que antes o eran imposibles de transmitir o se transmitían de un modo más imperfecto.


Laszlo Keuschnig

Peter Handke es al lenguaje como Ferra Adria es a la cocina.

Laszlo Keuschnig

Era como si con la llegada de la niña se hubiesen iniciado unas negociaciones que pronto exigirían del hombre una decisión. Como de costumbre, este tardó mucho en decidirse, pero, cuando por fin lo hizo en el invierno siguiente, fue de nuevo, como siempre, una propuesta al mismo tiempo vinculante:se marcharían, pues, los tres por una temporada, yéndose a otro país. Y, al pensar en ello, el hombrese vé a sí mismo de pronto, con la mujer y la niña, como una familia (lo que de ordinario, era para él una "cosa espantosa")

Peter Handke
Historia de niños

03 abril, 2005

Fue una época sin amigos; su propia mujer se había convertido en una desagradable extraña. Y, por lo mismo, tanto más real la niña, en parte también por los remordimientos con que el hombre acudía a refugiarse literalmente en ella. Atraviesa despacio la habitación, a oscuras, en dirección a la cuna, viéndose a sí mismo, desde arriba y por detrás, como en una película monumental. Aquel es su sitio. ¡Que caiga la vergüenza sobre todas esas falsas comunidades, sobre la prolongada y cobarde negación y silenciación de mis únicos vínculos! ¡Que caiga la vergüenza sobre mi fervor frente a vuestra actualidad! Y así, poco a poco, fue adquiriendo la certeza de que para las personas como él había regido desde siempre aquella otra historia del mundo, que por entonces se le manifestaba en los rasgos del bebé dormido. Y, sin embargo, el recorrido en diagonal, por la habitación caldeada por el aliento, aparece siempre en la memoria unido con el acorde grito de ataque de un destacamento de policías allá abajo, en la calle nocturna; el más deshumanizado y atronador jamás oído.


Peter Handke
Historia de niños

Lo determinante de cuanto sucedió aquel primer año no fue, sin duda, la armonía, sino una disonancia puesta especialmente de relieve por los acontecimientos de aquel momento. Las formas de vida tradicionales eran consideradas "la muerte" para la mayor parte de aquella generación, y las nuevas que estaban surgiendo entonces, aunque no fueran por fin decretadas por una autoridad externa, se imponían, no obstante, con la fuerza de una ley universal. El amigo íntimo al que antes sólo cabía imaginarse permanentemente sólo en su habitación, en la calle o en el cine (y que, quizá únicamente por ello, siempre había estado tan próximo), compartía de pronto el piso con varios, iba por el bulevar en compañía de muchos otros, hablaba -él, en otro tiempo de un mutismo a menudo torturante-, con lengua increíblemente larga, en nombre de todos y se enfrentaba, cargado de razón, con quién, habiéndose quedado sólo consigo mismo, llegaría a verse durante algún tiempo en su profesión como un ridículo "ejemplar último de la especie". La niña se le aparecía entonces al igual que su trabajo, como una excusa frente a la historia del mundo actual. Pues, aún sin la niña ni el trabajo, sabía desde un principio que no se sentía ni dispuesto ni capaz de prestarse a colaborar con ésta de forma activa. Así pues, participó, sin verdadero interés, en varias asambleas, donde cada frase dicha era una atrocidad insípida, pronunciando siempre para sus adentros, al marcharse, el encendido discurso con el que quería hacerles callar de una vez por todas. Una vez llegó a sumarse a una manifestación, de la que, por supuesto, se habría de retirar a los pocos pasos. En estas nuevas comunidades, su sensación principal era la de una irrealidad aún más dolorosa que en las antiguas, pues éstas habían hecho aún posible el sueño de un futuro, y aquellas se presentaban a sí mismas como lo único posible, como un futuro forzoso. Y siendo la ciudad, por así decirlo, uno de los principales escenarios de la subversión del orden tampoco se podía escapar de ellas. Tal vez, justamente, a causa de su indecisión, él se convirtió en puerto de recalada para éstas. Hacía tiempo que las había descubierto como otro poder hostil y, si no abjuraba de ellas de forma expresa, era porque aquellos a quienes combatían habían sido sus enemigos mortales desde siempre. Pudo así, cuando menos, retirarse pronto. Pero, por separado o en pequeños grupos, seguían acercándose a su casa tras sus correrías cotidianas por la ciudad. ¡Imposible olvidar nunca las miradas con que aquellos intrusos del otro sistema (así es como los veía el hombre) cubrían a la niña en su casa (en el supuesto de que notaran siquiera su presencia)!; Era sin pretenderlo especialmente, una ofensa a la criatura acostada aquí o allá, a sus ininteligibles sonidos y movimientos, y constituía un desprecio de los asuntos cotidianos tan comprensible como irritante. De nuevo, dilema; en vez de echar a aquellos perfectos extraños, (que, por otro lado, jamás "caerían bien allí"), solía marcharse con ellos -como si su presencia pudiese quitarle a la niña el aire para respirar-, pasando en sus casas, al igual que ellos, noches enteras con los auriculares puestos, delante del televisor sin voz, o siendo testigo cortésmente mudo de sus discusiones, de un matiz siempre levemente conspirativo, al tiempo que de un carácter como oficial, en las que cualquier frase espontánea, con sentido por sí misma, habría resultado embarazosa, y, en ambos casos, con una sensación de culpa y corrupción, pues, convencido como estaba de conocer a ratos la verdad, y persuadido de su obligación de transmitirla, su simple presencia, reafirmaba a tan artificiales existencias en la falsedad de su vida.


Peter Handke
Historia de niños

Toda imagen vital de ese primer año se refiere, en suma a la niña, quien por otro lado, no aparece materialmente en casi ninguna de ellas. El mismo rememorar de forma mecánica conlleva, incluso, la pregunta: ¿dónde estaría la niña en aquel momento? Pero cuando el recuerdo es cálido y su objeto es una sensación cromática oscura que perdura más allá de las épocas, como refugiada en un soportal, corresponde decir: la niña está cerca, segura y protegida.

Peter Handke
Historia de niños

Otra ocasión es una tarde de invierno en el piso, con la televisión encendida; frente a ella, el hombre con la niña, que anda a su alrededor para, por fin, dormírsele encima, agotada, de suerte que la televisión, con aquel leve peso sobre el regazo, resulta, por una vez un auténtico placer.

Peter Handke
Historia de niños

La mujer se volvió a incorporar pronto a su trabajo, y el hombre sacaba a la niña a dar largos paseos por la ciudad (...) Sólo es ahora cuando, con los movimientos de palanca del cochecito, entre aceras y calzadas, ésta se convierte en ciudad natal de la niña.


Peter Handke
Historia de niños

En los años anteriores también había tenido frecuentes desavenencias con su mujer. Respetaba, sin duda, el entusiasmo y, a la vez, la meticulosidad con que ejecutaba su trabajo -tenía más de magia que de ejecución, de suerte que el espectador no podía apreciar esfuerzo alguno-, y considerándose, en definitiva, responsable de ella; ahora bien, en su fuero interno se persuadía cada vez más de que no estaban hechos el uno para el otro y de que su convivencia era una mentira, y, medida con el rasero de lo que otrora hubiera soñado de si mismo con una mujer, poco menos que una futilidad. A veces incluso, maldecía para sus adentros aquel matrimonio, considerándolo el gran error de su vida. Pero sería la llegada de la hija lo que habría de transformar la discordia episódica en ruptura definitiva. De la misma manera que no habían sido un verdadero matrimonio, tampoco -ya desde un principio- habrían de ser padres. Acudir por las noches junto a la nerviosa criatura era para él algo lógico, mientras que para ella parecía no serlo, siendo ya en sí mismo motivo para un mutismo enojado, rayano casi en la hostilidad. Ella se atenía a los libros y a las normas de conducta de los entendidos, a los que, por mucha que fuese su experiencia, el despreciaba en su totalidad. Es más: le indignaban como intromisiones ilícitas e insolentes en el misterio compartido por él y por la niña. Pues, ya la primera impresión -el rostro, arañado por las propias uñas y, sin embargo, tan apacible, de la recién nacida tras el cristal- ¿no había sido tan tremendamente real como para que, sólo con verlo, cualquiera supiese lo que había que hacer? Y ésta, precisamente, habría de ser la queja periódica de la mujer, la de que en la clínica le habían robado la mirada que habría podido guiarla. Por intervención externa se había distraído en el momento de parto, con lo que había perdido algo para siempre. La niña le parecía irreal; de ahí el temor a equivocarse y la observancia de las normas de los extraños. El hombre no la entendía, pues, ¿acaso no le habían puesto a la niña en los brazos acto seguido como quien dice? Y por otra parte, ¿no era evidente que ella tenía no sólo más habilidad que él para manejarla, sino también más paciencia? ¿No estaba ella siempre en lo que estaba, firme y serena, mientras que él -apenas alcanzado aquel breve momento de dicha en el que era como si, al acariciarlo en la mano, uno pudiese transmitirse al otro ser, insomne o enfermo, mediante esa única pulsación pendiente, que borra las fronteras, como un hechizo de vida y de paz - flaqueaba a menudo, matando el tiempo junto al bebé sin sentir otra cosa que aburrimiento y poco menos que ansia por escapar al aire libre?

Peter Handke
Historia de niños

Cuando al adulto le mostraron al niño a través del cristal de separación, éste no vio a un recién nacido, sino a un ser humano perfecto. (Sólo en la foto aparecería luego la habitual cara de bebé.) En seguida aceptó que fuese niña; aunque, en caso contrario -y esto lo sabría después,- la alegría habría sido la misma. Lo que le presentaban desde el otro lado del cristal no era una "hija", ni siquiera un "descendiente", sino una criatura. El hombre pensó: está contenta. Se siente bien en el mundo. El bebé en sí, simplemente, sin más rasgos distintivos, irradiaba serenidad -¡La inocencia era una forma de espíritu!-, y ésta se le comunicó casi furtivamente al adulto, que estaba fuera, pasando los dos a formar, de una vez por todas, un grupo cómplice. El sol ilumina la sala y ellos se encuentran en lo alto de una colina. No fue sólo responsabilidad lo que sintió el hombre al contemplar al bebé, sino también deseos de defenderlo y ferocidad: la sensación de estar plantado allí sobre sus propias piernas y de haberse vuelto repentinamente fuerte.

Peter Handke
Historia de niños

Un proyecto del adolescente para el futuro había sido el de convivir más adelante con un niño. Entrañaba éste la idea de una compenetración sin palabras, de un intercambio de miradas fugaces, de un estar juntos, de una raya del pelo mal hecha, de proximidad y distancia en feliz armonía.

Peter Handke
Historia de niños

31 marzo, 2005

Aquellos que están entusiasmados consigo mismos son una provocación:no es que sean vanidosos, sino que son ejemplares: precisamente eso una provocación.

Peter Handke
Fantasías de la repetición

Si en vez de decir "me voy a trabajar", pudiera decir siempre "¡Vayamos a hacer algo que sirva para algo!"


Peter Handke
Fantasías de la repetición

La escritura debe ser como un complicado juego de ajedrez; cada palabra el movimiento de una pieza

Peter Handke
Fantasías de la repetición

29 marzo, 2005

El tímido jefe de cocina:¿La maestría no hace siempre algo tímido a aquel que la tiene?

Peter Handke
Fantasías de la repetición

La gente con cultura es, tal vez, cuando se la conoce, como el resto de la gente, pero cuando no se la conoce, es más soportable que los demás

Peter Handke
Fantasías de la repetición

Sucumbe aquel que tenía en sí mismo la certeza de ser un héroe y que en el momento decisivo no lo fue

Peter Handke
Fantasías de la repetición

24 marzo, 2005

Voy de camino para aprender; y cuando voy de camino acompañado, casi no aprendo nada.

Peter Handke
Fantasías de la repetición
Salvo cuando ella y yo fuimos uno y fuimos todos.
Laszlo Keuschnig

-¡Me voy!- se dijo él a si mismo.
-¿A dónde?
-¡A dejar todo para tener(y ser) más!

Laszlo Keuschnig

23 marzo, 2005

Sólo permito que den una explicación de mí cuando con ello están explicando a todo el mundo.

Peter Handke
Fantasías de la repeticion

Como si toda la gente, en cualquier parte del mundo, dia tras dia, tuviera el cometido de dar una imagen : el cometido de ser una imagen para los demás: la mujer camina ahora como "una ama de casa que va a la compra junto a un charco en el que caen las gotas de lluvia, pasando por delante de una estación de autobuses", y más lejos pasa uno como "el hombre del paraguas"; al ofrecer cada uno su imagen, ayuda al otro (por lo menos a mí)


Peter Handke
Fantasías de la repeticion

De la repeticion tediosa a la repetición beatificante: es decir, la alegría del repetir solamente es posible cuando me he puesto en camino hacia lo incierto, cuando estoy desorientado


Peter Handke
Fantasías de la repeticion